BajoEsla

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domingo, 27 de febrero de 2011

Barbos Fisilìticos en el Esla

"Sifilíticos". Así llaman a los cientos de peces capturados en el embalse de Ricobayo, también llamado del Esla, porque presentan una aspecto «esquelético» y aborrecible que ha llevado a los aficionados a la pesca a retirar de la mesa un plato de toda la vida: barbos y carpas.
«Son cuando menos la mitad de los ejemplares que pican en los anzuelos los afectados», y son rápidamente desechados por los pescadores ante el «asqueroso aspecto que ofrecen». La lacra fue detectada hace meses y nadie considera que haya remitido lo más mínimo.
Los barbos y las carpas están entre las especies más afectadas por un mal que trae a los pescadores en vilo, y cuyo origen desconocen por completo, lo cual les sume en todo tipo de cábalas. ¿Contaminaciones? ¿Venenos?
José Martín Román, de Montamarta, y que destaca como uno de los aficionados más renombrados del mundo de la caña, afirma que el comentario entre los pescadores es que «los peces están enfermos de los desagües urbanos, de las lejías, purines y demás vertidos». Considera que el embalse del Esla presenta, «especialmente en los recodos, un agua asquerosa, verdosa y con olor nauseabundo». Es precisamente en estos escenarios de aguas menos corrientes y más reposadas donde se registran los mayores niveles de peces "sifilíticos".
El aspecto de los ejemplares tocados por la desgracia que los consume echa para atrás a los pescadores, hasta el punto de que son tirados en el campo «y ni siquiera las aves o los animales se atreven con ellos».
Martín Román expresa que «les he dejado fuera y van el zorro, las águilas, los cuervos y les sacan los ojos, pero no los tocan. ¡Incluso las cigüeñas los dejan!».
Afirma que «hay día que deja tirados diez o quince, se pudren a la intemperie y no los tocan».
«Los ejemplares enfermos sólo presentan una gran cabeza y un cuerpo estrecho y consumido» afirma un pescador de Roales, que porta media docena y que prefiere el anonimato. El estado inválido o enfermizo de la pieza lo nota el pescador incluso antes de salir a flote y ver su estampa. «Cuando pica, que el primer envite es marchar al contrario de donde está el pescador, se quedan parados, y son arrastrados sin contraponer fuerza alguna». Luego al sacarlo constatan las razones al contemplar su repulsivo aspecto. Algunos pescadores, entre ellos Martín Román, cifra los afectados en el 70% de las capturas de barbo. «El mal ataca a especies de todos los tamaños: pequeños, medios y grandes. Barbos que deberían pesar 2,5 kilos se quedan en uno o poco más».
Es visible el contraste que presentan los barbos sanos y los repasados o desnutridos. En tanto los aparentemente sanos dejan ver un cuerpo grueso y relleno, los "sifilíticos" «tienen las escamas pegadas a las espinas». Parece como que alguien o algo los hubiera vaciado los interiores. Incluso los violentos movimientos que realizan los peces al ser sacados de las aguas quedan en estos fantasmagóricos seres amortiguados por la flojedad de fuerzas. Las capturas, al no consumirse, son desechadas; pero hay quien las lleva al pueblo para que otras personas vean con sus propios ojos la realidad. Son miradas con todo recelo y ni tan siquiera incitan a tocarlas con la mano. «Nadie se atreve a comerlas».
Además de los barbos también numerosas carpas de Ricobayo aparecen lastradas por la extremada delgadez.

«Hay carpas asquerosísimas»
Otro signo del mal que presentan es que aparecen «con pintas de sangre. Y en las escamas les sale como una espina clavada. Hay carpas asquerosísimas». Martín Román reitera que la causa puede estar en la contaminación». Sostiene que en los cursos «de cascajeras y aguas corrientes salen buenos y sanos».
La aparición de este tipo de peces ha roto la práctica de la pesca en cuento al disfrute gastronómico. Algunos incluso hacen alusiones a los venenos utilizados en el campo para combatir la plaga del topillo. La pinta «anoréxica», en expresión de un pescador, de buena parte de las capturas conseguidas en la jornada, preocupa al sector de la caña.